domingo, 28 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 20 (Actualizado el 08 del 08 del 2019)

20 

Cuando al fin la noche cayó Víctor aprovechó el que, técnicamente, debiera comenzar a patrullar para dar un paseo nocturno. Necesitaba relajarse un poco, pues a los celos que le surgían cada vez que veía a Layla con Cedric, había que añadirle la reciente preocupación por Simeón y lo que le estaba diciendo su hermano:

Esta tarde, cuando lo fue a buscar a la escuela profesional se encontró con que tenía una actitud distinta a la de siempre. Se mostraba distante y esquivo, muy esquivo. Era como si, por alguna razón que desconocía, ya no confiara en él. Aparte, era incapaz de mirarlo a los ojos y las pocas veces que lo conseguía Víctor podía entrever miedo tras los suyos, (algo que antes no había pasado nunca). Pero, ¿miedo de qué? ¿De él o de otra cosa?

Víctor no estaba seguro pero cuando se había adentrado en su mente había visto algo curioso. Que su hermano Semil lo estaba previniendo contra él y solo había una razón por la cual un licántropo le haría eso a un humano. Que planeara convertirlo en lo mismo que él.

Por eso le preocupaba Simeón ¿Estaba enterado de lo que pretendía su hermano? Y si sí, ¿estaba de acuerdo?

Ahora comprendía la mirada de Candel hacia Simeón, seguramente él también había sospechado lo que pretendía Semil…

También Candel tenía un misterio. Esa energía que había sentido en torno a él, estaba casi seguro de que no era humana. Era demasiado oscura para ello. Tampoco parecía licántropa ni vampírica, no era lo suficientemente cálida para ello. Ni lo suficientemente fría ¿Sería entonces demoníaca? Tenía todo el aspecto.

Aparte esa mirada tan fría y fiera solo podía habérsela dedicado un demonio. No es que las otras razas sí soportasen a los Seyens, como él, sino simplemente que los demonios eran los que más los odiaban. Y por desgracia ese odio era mutuo e instintivo. El propio Víctor lo había sentido al cruzar la vista con el joven. El deseo de no solo devolverle la mirada sino también de responder al desafío que había implícito en ella. Por suerte tenía buen autocontrol.

Sin embargo, había algo turbio en el asunto, según recordaba ninguna criatura no Seyen era capaz de distinguir un seyen de un humano ¿Cómo demonios había podido saber Candel que él era…? ¿Acaso se lo había dicho el otro demonio? Seguramente, pero incluso así, ¿cómo lo había detectado? Entonces recordó que Candel también trabajaba en el cuartel general ¡Con Gerard! Lo cual significaba que su mejor amigo estaba en muy grave peligro pero, ¿cómo prevenirlo?

Viendo que ahora mismo no encontraría la respuesta a esas cuestiones; Víctor inspiró hondo e intentó obligar su mente a tranquilizarse, más no lo conseguía. Finalmente terminó por sentarse en un escalón de una casa, que había por el trayecto elegido, sumergido en sus pensamientos.

No sabía qué hacer. La situación era cada vez más grave y él aún no sabía cómo controlar todos sus poderes. Dudaba de que pudiera cambiar algo. Suspiró y comenzó a juguetear con la medalla de su padre, que ahora llevaba al cuello, intranquilo y preocupado, sin saber exactamente por qué…

Entonces un escalofrió lo recorrió dándole la sensación de que había un peligro cerca. Automáticamente, Víctor se levantó y observó a su alrededor, le pareció atisbar algo pero cuando miró no había nadie. Sacudió la cabeza, ¿realmente estaba en peligro?

—¡Asombrosas deducciones, Víctor! —dijo una voz desde atrás a la vez que una energía oscura y maléfica se manifestaba en el ambiente. Alertado, Víctor se giró y, al fin, vio el origen del peligro.

—¡Candel! —Se sorprendió a la vez que retrocedía, algo aterrado. En efecto, allí, ante él, se alzaba Candel cruzado de brazos con una sonrisa perversa. Pero era extraño, este lo había felicitado por unas deducciones que Víctor no había dicho en voz alta. Solo las había pensado y el demonio lo había oído... Eso significaba que Candel debía de leer los pensamientos.

A la vez que se daba cuenta de este detalle, Víctor pudo percibir algo más, que tenía una energía parecida a la de Candel pero que no indicaba tanto peligro. Había otro demonio cerca.

La sonrisa de Candel terminó por ensancharse. Lo cierto es que le encantaba ver como su mente lo iba conectando todo a medida que se hacía a la idea del peligro que corría. Resultaba intrigante que el joven Roswell sintiera los peligros con tal intensidad, nunca había oído de ningún Seyen que lo hiciera… Por otra parte, su padre también había tenido una capacidad distinta a la de los otros Seyens. O eso le habían dicho porque Candel nunca se enfrentó a él, principalmente porque de hacerlo ya estaría muerto.

Afortunadamente, Víctor también leía los pensamientos del demonio y al hacerlo pudo sentir que este no solo había sentido respeto por su padre, sino también temor. Era algo curioso, muy curioso. Le intrigaba y por ello hizo un esfuerzo en reponerse del miedo que le paralizaba e dijo:

—Tú… ¿Temías a mi padre? —Candel lo observó, sorprendido ¿acaso su padre no le había contado…? Bueno, lo hiciera o no, eso no era su problema. Aunque, ¿Por qué no decirle algo, aunque fuera solo por asustarlo un poco?

—Claro que lo temía. En cierto modo todos lo temían un poco. Tu padre era… Bueno seguro que eso ya te lo contó, al fin y al cabo eres su hijo… —Un ligero gruñido los interrumpió haciendo que Víctor se estremeciera, parecía animal pero tenía un punto monstruoso, y era lo que le asustaba.

—No te preocupes, ahora termino —susurró Candel al artífice del ruido, sonriendo con maldad.

—En fin, no sé por qué te lo cuento —Candel se encogió de hombros, fingiendo creer que Víctor ya sabía la verdad. Lo cual era falso —. Seguro que ya lo adivinas pero haberte transformado no es lo mejor que pudo haberte ocurrido. Te perseguirán por los cuatro costados y todo por culpa de lo que fue él y creen que tú serás —al oír eso Víctor no pudo evitar estremecerse. No, eso no podía ser cierto. Además, él no tenía nada que ver con su padre.

—Puede ser cierto y lo será. Pero no te preocupes, Víctor, no pasarás de esta noche —afirmó Candel, sin darle tiempo a contestar. Sabía que en estos momentos el miedo estaba comenzando a dominar a Víctor de nuevo, tal como él quería. Se le escapó una risita baja y maléfica y en ese momento una bestia grande y monstruosa se manifestó (era el otro demonio que había sentido Víctor). Candel miró hacia ella y luego a Víctor y sonrió. Esto era perfecto. Su plan no habría podido salir mejor, y luego Christopher le decía que no tenía buenas ideas.

—En fin, Víctor, me encantaría quedarme a hablar contigo, pero, como ves, mi compañero se está impacientando. Hasta nunca —se despidió Candel y se fue no sin antes susurrarle un “acaba con él”, casi inaudible, a la bestia.

Víctor tuvo el justo tiempo de ver como, luego de alejarse un buen trecho, a Candel le surgían unas alas demoníacas y volaba hasta desaparecer en medio de la noche. Justo antes de que aquella bestia se lanzara sobre él.


La cosa a la que se enfrentaba era más monstruosa que animal, de cuatro patas y piel escamada, excepto en la zona del cuello. Grande y fuerte pero lenta, tanto que en apenas unos segundos Víctor ya había evitado su embestida. Mientras su contrincante se giraba Víctor tuvo tiempo de armarse con su arma y prepararse; podía vencer, lo sentía.

El monstruo gruñó y se volvió a lanzar hacia él, tenía unas garras horribles y afiladas, suerte que él era más rápido. O eso parecía, porque por un instante le pareció que había aumentado de velocidad, le había costado más evitarlo esta vez. Serían imaginaciones suyas.

Entonces Víctor atacó y, como era de esperar, su espada no provocaba ni el menor rasguño en la piel de la criatura, y su cuello no se ponía a su alcance ni en sueños. Parecía que el combate no iba a ser tan fácil como lo esperaba.

La criatura volvió a atacar. No, no era ninguna imaginación cada vez era más rápida y más ágil; sus habilidades aumentaban según avanzaba el combate complicándolo cada vez más. A Víctor le costaba cada vez más evitarlo. Esto no era normal ¿Cómo era posible que sus capacidades aumentaran así, sin que hubiese manera de detenerlo? No, esto era imposible. Tenía que haber un truco…

Después de un largo rato luchando ocurrió lo temido, la criatura atacó y Víctor no pudo evitar su ataque: Fue solo un arañazo pero le perforó la piel de tal manera que dolió horrores. Víctor se tambaleó, el ataque había sido en la pierna. Pero no pensaba rendirse jamás, quizás no tuviera claro como vencer, pero lo que si tenía claro es que no iba a morir ahora.

Con dificultad, consiguió retroceder para conseguir un mejor análisis del combate y vio como la velocidad de su contrincante disminuía y entonces lo comprendió. El demonio podía copiar e incluso doblar la velocidad, agilidad, y otras capacidades de su enemigo, pero lo hacía de una manera gradual aumentando cada vez un poco.

Por eso Víctor no lo había advertido nada hasta ese momento. Qué ingenuo había sido.

Pero ahora, sorprendentemente, la criatura había casi imitado la velocidad disminuida de Víctor y había atacado con más lentitud. Sin embargo, la herida de Víctor se curaría pronto y cuando lo hiciera sería peor…

Entonces se le ocurrió una idea ¿Sería posible fingir menos velocidad y engañar a su enemigo? La idea no le entusiasmaba mucho pero solo sería hasta que consiguiera cogerle por sorpresa, y acabara con él.

En cuanto notó que ya podía andar de nuevo sin dificultades, Víctor evitó la embestida de la criatura, pero lo hizo a una velocidad más lenta de la habitual y la criatura no tardó mucho en imitar esta. Bien. Funcionaba.

Y así, tal como lo había planeado Víctor, la criatura engañada se hizo más débil y sus movimientos más fáciles de prever. Tan fáciles que a pesar de lo entretenido del juego, en poco tiempo Víctor ya llevaba ventaja y había conseguido dominar la situación, con tranquilidad y mucha astucia.

Fue entonces cuando la criatura, toda confiada en que era más rápida y hábil, se lanzó sobre Víctor decidida a rematar este combate. Pero Víctor, abandonando al fin su juego, sacó a relucir toda su destacada rapidez y agilidad; no solo esquivándolo, sino que al aterrizar la criatura este ya tenía la hoja de la espada en su cuello, y la decapitó sin más demora.

Cuando la criatura murió, al contrario que los vampiros y licántropos, esta no adquirió ningún otro aspecto. Víctor sabía porque ocurría eso; según recordaba los demonios habían nacido ya demonios por lo que el aspecto humano era un disfraz, que abandonaban obligatoriamente al morir, mostrando así su verdadero aspecto…


Víctor soltó un suspiro de alivio y cansancio, el combate había sido duro y lo peor es que el plan era de Candel. Lo que significaba que ese demonio era listo y difícil de vencer.

Si en algún momento Candel lo atacaba realmente tendría serias dificultades para vencer; lo sentía.

Mientras volvía a casa, Víctor miró al horizonte, preocupado. Por alguna razón no podía sacarse las palabras de Candel de la cabeza. “Te perseguirán por los cuatro costados”, había dicho, pero realmente ¿Por qué iban a hacerlo? ¿Qué tenía él? ¿Y qué había hecho su padre para que todas las criaturas le temieran?

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