miércoles, 24 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 15 (actualizado el 07 de agosto del 2019)

Antes de que lleve a equívocos precisaré que estos capítulos de Víctor ocurren al mismo tiempo que los anteriores de Anne (es decir el mismo domingo en que ella y Marina interrogan a Chase, entre otras cosas). Este capítulo presenta algunos detalles mejorados, como un ligero recalque de la actitud sospechosa de Siméon frente a Víctor, que será determinante para el próximo capítulo. También añadí algo más de descripción en referente a los amigos de Víctor y detalles nuevos en personajes como Samuel, para no tener que crear un párrafo adrede para precisarlos más adelante. Gerard parece más perspicaz, Candel más precavido y así de seguido. Finalmente modifiqué un poco el ataque al padre de Víctor, para recalcar tanto su carácter muy diferente al de Anne, cuando se encuentra en una situación peligrosa, como su peculiar habilidad. Lo demás lo descubriréis leyendo ;)


15


Víctor:


Víctor se hallaba acostado boca arriba, en el jardín trasero de la residencia del campus de la universidad de Stern. La universidad consistía en un conjunto de edificios que reunían las distintas facultades de ciencias y letras de la ciudad, junto con la residencia. Todas las facultades tenían un diseño parecido, se trataba de construcciones en forma de elipse con un pasillo estrecho que rodeaba cada una de ellas, y estaba cubierto por un toldo que les permitía resguardarse de la lluvia, pero este se abría en arcos apuntados, decorados con símbolos culturales antiguos y actuales por todos los lados. Según se iba subiendo con la vista uno se encontraba con ventanas altas en forma de arcos de medio punto, y los edificios remataban en un techo plano que podría asemejarse a una terraza, aunque no lo era.

Víctor recordaba esto porque así era el diseño de la facultad de química, en la que él estudió. Las pocas diferencias que había entre una facultad y otra eran matices de colores, de brillo, e incluso de diseño, ya que los símbolos dependían de la facultad, y de lo que se impartía en ella.

En cambio, la residencia era rectangular, de color verde claro con ventanas cuadradas y estaba rodeada por un jardín, jardín en el que se hallaba acostado Víctor. No estaba solo sino junto a sus amigos, con excepción de Gerard, que se hallaba trabajando para atrapar el retraso sufrido debido a los funerales de Jim, el padre de Emil.

Sus amigos eran, además de Dave y Simeón, Raymond, un joven bromista castaño, de pelo corto y ligeramente rizado y ojos verdes oscuros, que estaba jugando al ajedrez con Dave, sentado enfrente de él en una mesa de piedra. Y Samuel, un chico de pelo naranja claro, liso y ojos marrones, cuya actitud tímida y reservada en extremo escondía a una persona muy agradable; que se hallaba en una charla sobre las noticias del día con Simeón, aunque este no parecía prestar mucha atención.

En cuanto a Víctor, él no prestaba atención a ninguno de ellos. Su mente vagabundeaba por los sucesos de la noche anterior, concretamente el ataque de Yohann. Y es que no conseguía dejar de pensar en ese escalofrió que lo había recorrido antes de que hubiera indicios de la presencia de Yohann, como anticipando un peligro, muy fuerte en ese caso ya que le afectaba tanto a él como a Layla. Y él era Seyen, por lo tanto, muy pocas cosas deberían de suponer un peligro para él.

Así que si Yohann era peligroso tenía que ser porque Yohann era poderoso, probablemente lo suficiente para enfrentarse a un seyen principiante y salir victorioso. Mención aparte eran los escalofríos que indicaban el peligro; Víctor tenía la sensación de haberlos sentido antes, aunque con mayor intensidad. Sí, ahora lo recordaba, había sido poco antes del ataque a su padre:

Era una noche de luna nueva y Víctor, su hermana, Giovanna, y su padre, Eivan, volvían a casa a pie, luego de asistir a una cena de bodas. El padre de Víctor era un veinteañero de pelo corto negro y liso, como Víctor, pero con un flequillo ladeado y ojos plateados que definían su condición de seyen. También era alto al igual que él, (los dos medían un metro ochenta y dos), y esbelto. Su hermana, en cambio, a pesar de tener la misma edad que su padre, solo media un metro setenta y dos, y tenía el pelo largo y ondulado castaño oscuro. Víctor rememoraba a la perfección la forma en que ella siempre lo ataba en un moño elegante, con algunos mechones sueltos, un poco más cortos que el resto del pelo y distribuidos de forma equitativa a ambos lados de su rostro. También tenía un ojo de tono marrón almendra y otro plateado como único vestigio de las raíces de su padre en ella. Él, por su parte, todavía presentaba los ojos marrones oscuros previos a su conversión, eran los ojos de su padre antes de ser Seyen, o eso le había dicho él.

Los tres iban a pie esa noche porque algo, o alguien, había asustado a los caballos de los carros, y todos los asistentes de la boda habían tenido que regresar a pie. Pero no era peligroso, ya que en aquella época la ciudad estaba en calma y no había sucesos extraños que temer.

O eso creía. Justo cuando, después de atravesar la plaza central de la ciudad, recorrieron la calle que se extendía desde la entrada de la plaza, y pasaba en algún punto de su tramo por la casa de Víctor, (una calle abierta y bastante espaciosa), un escalofrió recorrió a Víctor. Algo, o alguien, los estaba siguiendo y no con buenas intenciones.

Su padre se detuvo un momento, algo alertado, y sus ojos viraron hacia los lados sin atisbar nada, razón por la cual se limitó a decirle que se apresurara, ya que se había quedado algo rezagado.

Vacilando, Víctor lo siguió, nunca había sido especialmente valiente, pero no fue hasta aquel día que sintió el miedo que podía transmitir una noche oscura en toda su plenitud. Sobre todo cuando, al llegar a un cruce de caminos, sintió un escalofrió más intenso a la par que un lobo grande y gris aparecía ante ellos. Sin embargo, el escalofrió le hizo notar algo más, un peligro mucho mayor del que suponía aquel lobo se extendía por todo su alrededor. Estaban rodeados.

Su padre les dijo a él y a su hermana que se posicionaran detrás de él, quién se puso en postura defensiva delante del licántropo para hacerle frente. El licántropo se lanzó hacia él, pero fue repelido por una fuerza invisible y cayó al suelo. Eivan dirigió entonces su mirada hacia atrás, como alertado por algo, y no la volvió a dirigir al frente. Intrigado, Víctor siguió la mirada de su padre, pero no pudo ver nada más que varios pares de ojos que brillaban a su alrededor, a la vez que se oían algunos rugidos. En ese momento se oyó un aullido y todo se desató...


—¿Víctor? ¿Víctor estás aquí? —La voz de Simeón lo sacó de su trance, y vio como él había dejado su charla con Samuel, para intentar decirle algo y lo había cogido estando absorto.

—Sí, estoy aquí, ¿ocurre algo Simeón? —Dijo entonces, Víctor, centrándose en la realidad que le rodeaba. Simeón seguía con la vista fija en sus ojos, al igual que el día de la fiesta, e iba a abrir la boca, pero en el último momento cambió de idea y dijo.

—Nada importante ¿En qué estabas pensando Víctor? Estabas muy ausente.

Víctor iba a responder que en nada, cuando Raymond los interrumpió.

—Déjalo tranquilo, Simeón. A lo mejor estaba en Laylalandia. —El término asociado a Layla provoco unas suaves risas entre los amigos de Víctor, con la única excepción de Samuel cuya mirada destilaba envidia.

—Muy gracioso —ironizó Víctor y Simeón puso los ojos en blanco.

—¡Y luego decís que soy yo quien lo atormenta! —Les comentó.

—No les hagas caso, Víctor; ellos aún no conocen las maravillas del verdadero amor —le aconsejó en voz baja, pero al rato se calló, y preguntó en voz más alta:

—¿Desde cuándo se te ha curado la cicatriz?

Víctor se quedó callado, no sabía qué responder. Sin embargo, el resto de sus amigos no parecían entender de qué hablaba Simeón, ya que muy pocos habían tenido la suerte de ver esa cicatriz. De hecho, Víctor ni siquiera estaba enterado de que Simeón la hubiera visto, si la había ocultado a conciencia.

Dave hizo un movimiento en la tabla de ajedrez y dijo:

—Jaque Mate.

Raymond se levantó sorprendido.

—¿Cómo haces para ganar siempre? —Preguntó.

—Talento natural, ¿Simeón quieres probar tú? —Dijo Dave con una sonrisa. Siméon todavía demoró unos instantes fijo en Víctor, pero culminó por desistir y levantarse de la parte de la hierba en donde estaba sentado para dirigirse hacia donde antes había estado Raymond. Tal vez necesitara distraerse.

—Pero te lo advierto, Dave, yo no soy tan débil como Raymond. No me vencerás —avisó nada más sentarse frente a él, justo antes de comenzar el juego.

—Eso ya lo veremos —dijo Dave con una sonrisa y comenzaron la partida.

Raymond se alejó de los jugadores y saludó a una pareja que paseaba por la zona. Víctor también se levantó y dirigió su atención a la pareja para dirigir un saludo parecido al de Raymond, pero se detuvo al sentir una energía maléfica y oscura en el varón mientras que la joven era totalmente humana. Se trataba de Catrina y Candel y por lo visto él no era humano…


Catrina devolvió el saludo y le dirigió una sonrisa a Samuel, quién se la devolvió enseguida. Parecía haber complicidad entre ellos. Catrina era una joven bastante agraciada, de pelo castaño largo y atado en una trenza trasera y ojos verdes. Justo en el momento en que un hombre, que parecía vigilar los alrededores, se acercó a Candel para comunicarle algo en susurros, ella dio unos pasos hacia el grupo, y Raymond dijo:

—Prima, no esperaba encontrarte aquí a hora tan tardía —Con hora tan tardía se refería a que eran más de las cinco y ella y Candel solían salir antes.

—Lo cierto es que planeábamos salir pero el trabajo de Candel le mantiene muy ocupado — explicó ella.

El hombre que antes hablaba con Candel observó a los presentes unos instantes, y un brillo rojizo apareció tras sus ojos. Se giró hacia Víctor, seguidamente hacia Simeón, y asintió para sí mismo, como si comprobara algo. Poco después se volvió a acercar a Candel, y le susurró algo que provocó que el joven centrara sus ojos, de un tono marrón caramelo con brillos rojizos, en los presentes. Deteniéndolos primero en Simeón, quién ni siquiera lo advirtió de lo concentrado que estaba en la partida de ajedrez, y seguidamente en Víctor, a quién le dirigió una mirada gélida.

Víctor sintió el impulso de dirigirle una mirada idéntica a Candel pero se contuvo; aún no era el momento de buscarse enemigos. Mientras que Candel adoptó una expresión amable y dijo:

—Catrina; debo ir a atender un asunto ¿Raymond, podrías acompañar a tu prima hacia la casa?

—Claro, encantado —aceptó Raymond.

— ¿Qué ocurre? —Preguntó Catrina.

—Nada grave, amor, pero es muy probable que Gerard haya descubierto algo. Debo estar presente —contestó Candel.

Ella asintió, conforme, y Candel le dio un beso corto en los labios de la joven antes de partir en dirección al cuartel de la guardia civil.


En el cuartel:

Emil se hallaba apoyado en la pared de un laboratorio, en donde Gerard estudiaba el cadáver de una chica de solo doce años que tenía mordisqueada la pierna izquierda.

Gerard recorrió el cuerpo de la niña de pelos oscuros con restos de sangre y murmuró:

—Esto es imposible.

Emil elevó la mirada hacia Gerard, quién deslizaba sus dedos enguantados por las heridas del pecho de la víctima, (muy semejantes a las que dejarían las garras de un animal), una y otra vez, tan extrañado como perspicaz. Había algo en su mirada, la típica expresión que mostraban sus ojos cuando descubría algo particularmente extraño y desconocido para él.

—¿A qué te refieres, Gerard? ¿Qué es lo que no es posible? —preguntó Emil.

—Las heridas... ¿Tú dices que el asesino se la entregó a los animales salvajes?, ¿no? —Dijo Gerard y Emil asintió.

—Siguiendo esa teoría es lógico que hubiera marcas que indicaran como este asesino la ha matado, sin embargo… —Se detuvo murmurando algo que sonó como un "no puede ser", pero Emil le indicó que continuara: Le daba igual la verosimilitud de sus teorías, si estás resolvían el misterio.

—Todas las marcas indican heridas infringidas por un animal —siguió Gerard.

—¿Estás seguro de eso Gerard?, los animales salvajes no atacan a la gente… —comenzó Candel que acababa de llegar.

—A menos que esta los provoque y esta niña no ha hecho nada; gracias Candel, y bienvenido. Pero estoy totalmente seguro de esto. De hecho, de acuerdo a las marcas de los dientes de la pierna y de las garras del resto del cuerpo, creo que puedo determinar que animal podría ser el autor del crimen — acabó Gerard.

—¿Cuál? —preguntó entonces, Emil.

Gerard observó otra vez el cadáver y asintió para si mismo, antes de afirmar.

—Ha sido un lobo.

La afirmación de Gerard era segura y firme y Candel estaba seguro de que cualquier científico o investigador que lo viera afirmaría lo mismo ¿Cómo era posible que los licántropos tuvieran semejante descuido? Candel esperó unos minutos y luego se dirigió a Emil:

—¿Crees que es posible que un animal haga eso? —Preguntó.

Emil lo observó, dudando, y dijo:

—Ahora mismo no sé qué creer. Muchos de los asesinatos ocurridos no son posibles, sin embargo, todas las explicaciones razonables que buscamos fracasan. Así que, ¿por qué no aceptar las irracionales? De todos modos no quiero que digáis nada a los periódicos de esto, no necesitamos pasar por locos.

—Cierto ¿Puedo regresar a mi hogar o hay algún asunto más que requiera mi atención? —Dijo Candel.

—Puedes regresar Candel, te avisaremos si surge algo —dijo Emil.


Candel se despidió educadamente de Gerard y de Emil, su nuevo superior, y salió del recinto. Fuera le esperaba el hombre con el que había hablado anteriormente, antes de irse al cuartel.

—Está claro que ese investigador sabe demasiado, los licántropos deberían acabar con él cuanto antes —opinó crítico, refiriéndose a Gerard. El hombre negó con la cabeza y dijo:

—Aunque resulta un acto lógico no es recomendable provocar otra muerte importante. No nos conviene que atraigan a los seyens antes de tiempo.

—Me temo que eso ya lo han hecho a juzgar por lo ocurrido. Ningún licántropo en su sano juicio abandonaría el cadáver de su víctima, a no ser que sienta la presencia de algo más apetecible; como por ejemplo de un Seyen —dedujo Candel.

—Señor… — comenzó el otro hombre.

—¿Alguna otra noticia, Achille? —Preguntó Candel.

—Hemos sabido que su ilustre hermano Christopher ha regresado de Gran Bretaña —informó el hombre. Candel sonrió ligeramente, al fin...

—Bien; nos reuniremos esta noche. Es hora de que Christopher recupere el mando. Y Achille —llamó al hombre con una expresión precavida, en el último momento. Tal vez no fuese estrictamente necesario, pero sería mejor así.

—Sí, señor —contestó Achille, tan determinado como servicial.

—Asegúrate de que alguien se encargue del Seyen que está creando problemas a los licántropos —ordenó entonces Candel.

—Creo que Elisa sería ideal para esa carga. Ella acostumbra a cazar en los barrios bajos y no duda en eliminar a cualquiera que se interponga entre ella y su presa —sugirió Achille, después de unos instantes de meditación.

— Una buena elección Achille —valoró Candel, conforme. La persona que había provocado esta situación no parecía especialmente diestra, dado que no llegó a tiempo. Aquella demonesa sería suficiente para eliminarla sin mayores contratiempos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lee el último capítulo publicado :)

Informes sobre Stern, Recuerdos de Stern, Diario de Evelin y más.

¡Hola, hola! Si alguien, en algún momento, se pasa por el último relato publicado se dará cuenta de que las notas iniciales cambiaron y ya n...

Publicaciones y relatos más leídos