martes, 23 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 14 (Actualizado el 07 del 08 del 2019)

14


Su presa siguió su camino, sin apenas fijarse en si le seguían. Era evidente que se trataba de un muchacho despreocupado y seguro de sí mismo. Por otra parte, la sombra no hacía ningún ruido así que era como si en realidad él estuviera solo.

La chica sonrió, una sonrisa que apenas se percibió en su figura y se deslizó por el suelo de tal manera que podría pasar por debajo de él; sin que lo notara, cogiéndolo por sorpresa. Y matarlo sin que se diera cuenta de nada. Únicamente sentiría el dolor antes de sucumbir e, incluso en ese momento no sabría quién le estaba dando muerte. Pues, aunque la poca iluminación que desprendía la lámpara de aceite que sostenía el chico, le permitiera verla, ella ya no poseía forma humana y por lo tanto él no la vería como tal.

Justo cuando esta iba a surgir delante del chico oyó una voz que la distrajo y detuvo su acción.

—¡Yo que tu no haría eso! —La sombra se viró, intrigada, a la par que su rostro se tenía de una ligera sonrisa al percibir a una joven pelirroja cuya piel se hallaba revestida de un suave y atrayente brillo lunar. Se trataba de Anne…

El chico humano se giró nada más escuchar la advertencia, descubriéndola también. Sin embargo, al centrar sus ojos en aquellos atrayentes orbes de un tono gris verdoso todo lo que había visto desapareció de su mente, incluida ella. La sombra, por su parte, decidió dar unos pasos hacia la derecha, quedando oculta entre la oscuridad.

Había percibido algo en su contrincante, además de su verdadera naturaleza. La forma en que su piel reaccionaba al puro contacto de la luz de la luna era algo diferente de lo habitual, ahora que estaban frente a frente. Por fortuna, el estado del cielo impedía que la luz se mantuviera constante, además de las sombras de los hogares de la zona obrera.

Anne, por su parte, seguía distinguiendo a la sombra, pero al ajustar su posición a la de ella y acercarse también acabó debajo del techo y el brillo de su piel desapareció. Anne enseguida supo que aquello era lo que su enemiga deseaba. Todavía no tenía claro por qué, pero imaginó que su enemiga deseaba poder tocarla sin sufrir. Además, le preocupaba más cómo matar a un ser que apenas era corpóreo.


Ni siquiera tuvo tiempo de pensarlo, la sombra se lanzó hacia ella y algo titiló en ella, la punta de una hoja cortante, pero no metálica se manifestó en el lugar de la mano de la joven. De no ser por las enseñanzas más recientes de Jaymie, (que además de los poderes incluían un amplio repertorio de todas las características que podían presentar sus enemigos en batalla), Anne se sorprendería de aquello. Ahora, en cambio, sabía que los demonios poseían lo más semejante a “armas” naturales que les permitían herir a sus presas una y otra vez, hasta matarlas de una forma particularmente cruel y sanguinaria. Era aberrante.

La hoja chocó contra el escudo de Anne y, como era de esperar no le produjo daño alguno. La sombra retrocedió e intentó realizar un ataque bajo que Anne esquivó de un salto. Lo cierto es que el enfrentamiento no era difícil, dado que ella podía prever los ataques de su contrincante y este no podía hacer lo mismo con ella.

Con todas sus fuerzas, Anne cortó aquel extraño brazo mutable y filoso, pero este en lugar de separarse del cuerpo, volvió a recomponerse ante una sorprendida Anne y acto seguido consiguió herirla en el brazo izquierdo de una manera tan fuerte que Anne soltó el escudo por el dolor. De algún modo la sombra, demonio mejor dicho, había conseguido ocultar ese movimiento. Anne no perdió el tiempo en lamentarse por una herida que no tardaría mucho en curarse y alzó la espada de nuevo, esta vez para cortar una parte de lo que parecía el cuerpo de esa mujer demonio.

De nuevo contempló como la parte volvía a formarse, aquella era una característica muy frustrante, ya que mientras que ninguno de los ataques de Anne parecía surtir efecto, (el cuerpo se partía y se volvía a juntar independientemente de la fuerza o la velocidad empleada por la Seyen), su enemiga conseguía ocultarle cada vez más golpes. Razón por la cual a Anne cada vez le era más difícil no terminar herida. De hecho ya poseía varios cortes en su piel y había estado a punto de perder su espada en más de una ocasión.

Un ataque de la sombra hizo que Anne retrocediera de un salto, de tal modo que salió de debajo del tejado y su piel se iluminó de una forma tan intensa que prácticamente alumbraba la zona en la que ella se hallaba, además de su espada. Ella se extrañó, según Jaymie el brillo de la piel era lo más semejante a una capa protectora, no una luz tan intensa como una linterna, y aunque se acentuaba o disminuía según las fases de la luna, nunca lo había visto reflejarse en objetos.

La demonesa, en cambio, reaccionó de una forma todavía más extraña, apartándose al instante de aquella luz. Era como si tuviera miedo de que esta la rozara siquiera.

Y entonces Anne lo entendió. Porque al verla lo primero que había hecho era apartarse de ella, y porque, en cuanto había empezado el enfrentamiento, su contrincante la había atraído hacia una zona sombreada. Deseaba evitar la luz de su piel... Esa misma luminiscencia que, otra vez, se trasladó a la espada de Anne, reflejándola. Y ella supo enseguida lo que tenía que hacer.

Posicionándose justo debajo de la luna, Anne alzó su espada que ante la sorpresa de ella dibujó un haz de luz cegador hacia la sombra, que pareció taparse algo que debían de ser los ojos. Aunque en realidad solo se distinguían unos puntos luminosos y rojizos, y saltó hacia un lado evitando así la luz reflejada y esperó. Pero Anne no se acercó y a su vez vio como su enemiga parecía tener un debate interior sobre si debía atacar o no. Por una parte el alma de Anne la atraía de una manera tan intensa que no se podía ignorar, pero, por otra, la luz que esta desprendía era muy peligrosa para ella, incluso mortal.

Para ayudarla, Anne se introdujo en la mente de ella y consiguió reforzar la parte que apostaba por atacar, ofreciéndole imágenes de como sería su cuerpo desfallecido y el placer que sentiría al absorber su energía, tentándola hasta que su expresión de cautela vaciló. Satisfecha con ello la joven pelirroja se retiró de aquella siniestra conciencia, a la vez que su enemiga adoptaba una posición de ataque.

La sombra se lanzó entonces a Anne, quién evitó su embestida y viró la espada de tal modo que la luz de esta atravesó el brazo de tal forma que no este se desintegró, haciéndola retroceder un poco, pero no lo suficiente para sentirse fuera de peligro. Y, sin embargo, no podía evitar luchar...

A partir de ese momento todo fue más fácil. Inmediatamente Anne dirigió la luz de su espada hacia los ojos que también se desintegraron, provocándole a su enemiga una leve ceguera aprovechada por Anne para dirigir la luz hacia otras partes del cuerpo que poco a poco se desvanecieron hasta no quedar nada frente a ella.

Anne observó a su alrededor, aliviada y soltó un suspiró de cansancio, cansancio que no le impidió localizar la mente del humano. Estaba bien, ya en su casa y ajeno a la batalla que se había librado tras él, batalla de la que ni siquiera fue testigo debido tanto a las ilusiones que Anne creó, como a su facultad de borrar la memoria.

Esa era otra de las razones por las que Anne se sentía agotada, atacar, combinar sus poderes y, por último, usarlos a su favor tanto para engañar a sus enemigos como a los humanos que salvaba todavía le demandaba mucho esfuerzo y concentración. Debía hablar con Jaymie, practicar más.

Y de paso preguntarle por qué había ocurrido eso con la luz de su piel y su espada. Anne recogió su escudo del suelo y al cogerlo sintió como si recuperara un objeto perdido hace tiempo, y que significara mucho para ella. Ese pensamiento la hizo sonreír y con esa sonrisa en su cara invocó las alas y emprendió el vuelo de regreso a su casa, donde le esperaba un deseado y, seguramente, bien merecido descanso.

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