miércoles, 20 de marzo de 2013

Seyens: Stern| Capítulo 8 (Última edición: 23 del 09 del 2019)

8


—¿Reemplazar recuerdos? —Preguntó Anne. 

—Pues sí. Verás Anne, como bien sabes nosotros podemos borrar la memoria. El caso que ese acto hace desaparecer el recuerdo, pero no cambia el transcurso del tiempo y la gente a la que salvamos vuelve a casa tarde, sin saber por qué ha tardado y qué ha ocurrido. Ante esa situación hacen preguntas y eso a veces trae problemas. Por lo que los seyens pretendemos evitar preguntas contestándolas antes de tiempo. Con una mentira que convertimos en recuerdo —contestó Jaymie

—¿Cómo? No lo entiendo muy bien —dijo Anne, entonces, algo confusa.

—A ver cómo te lo explico mejor… Como bien sabes nosotros podemos introducirlos en la mente de otros, para leer pensamientos, o engañarlos haciéndoles que están viendo algo que no está ocurriendo. Con esto me refiero a las ilusiones. Pues bien, al poder acceder a sus recuerdos nosotros podemos manejar las ilusiones, para introducirlas dentro de su memoria y hacerles creer que son un recuerdo más. Por lo que de algún modo estamos remplazando los recuerdos perdidos por otros que son falsos.
»Un buen ejemplo es tu caso, pues tú crees haberte separado de tus padres y perdido en la noche. Luego yo te encontré y te guié hasta tus padres, que encontramos muertos. Cuando la verdad es que tú no te perdiste sino que estuviste con tus padres todo el tiempo y lo viste todo —explicó Jaymie, dejando una nota de arrepentimiento en sus últimas palabras.

Al oír a Jaymie decir eso Anne volvió a pensar en una de las preguntas más importantes que quería que Jaymie contestara. El asunto de sus padres y la pérdida de ese trozo de memoria.

—Lo siento, pero no podía permitir que te derrumbaras —se disculpó Jaymie.

A Anne le sorprendió mucho la respuesta. Jaymie hablaba como si eso fuera realmente a pasar cuando en realidad no sabía nada. ¿O sí?

—Sí, lo sabía, yo... —empezó Jaymie.

¡Bueno que importa!” Oyó Anne al leerle la mente y miró a Jaymie extrañada ¿Qué era lo que no importaba?

Supongo que no esperarás que te deje ver todos mis pensamientos” le comunicó Jaymie.

—¿Que me dejes ver? ¿Es que acaso puedes bloquearme? —Le preguntó Anne, sorprendida, en voz alta.

—Pues claro que sí. Le contestó Jaymie. —Pero eso ahora no importa Anne. Seguiré, ¿de acuerdo? —Anne asintió y Jaymie continúo su relato.

—Sí, lo sabía. Porque lo vi. Cuando yo te salvé de aquellos vampiros. Vi que estabas traumatizada y que podrías matarte, pero de verdad. No de ese modo tonto en que intentaste hacerlo después. Y yo no podía permitirlo. Ya que no había podido salvar a tus padres quería salvarte a ti —explicó. Anne no dijo nada, al final su primera suposición era cierta. Jaymie le había borrado la memoria por su bien. Parecía mentira que por unos instantes ella se hubiese empeñado en verlo todo más negro de lo que era.

—De todos modos eso ahora no importa. Lo que quería decirte es que en este caso yo remplacé tu recuerdo por otro para que no supieras que te he borrado la memoria. Pues bien, eso es lo que quiero enseñarte —le aclaró Jaymie

—¿No va a ser complicado? —Preguntó Anne, insegura.

—Claro que no. Será fácil, al igual que el poder mental y el entrenamiento. Solo que en este caso necesitaras más concentración —contestó Jaymie.

—¿Y cómo me vas a enseñar? —Se interesó Anne.

—Con una sencilla práctica. Vas a adentrarte en mi mente y borrar de ella el recuerdo de el dolor que mi infligiste, sin querer, y luego sustituirlo por otro en el que eso no haya pasado. No te preocupes eliminaré todas las barreras que haga falta pero debes estar totalmente concentrada. ¿Vale? —Le explicó Jaymie.

—De acuerdo, lo haré —dijo Anne, decidida y cerró los ojos con el fin de concentrarse mejor. Pero Jaymie negó con la cabeza.

—No cierres los ojos, Anne. Si cierras los ojos no veras nada, ni dentro, ni fuera de la mente. Porque obviamente uno no puede ver con los ojos cerrados. Para ver lo que hay en la mente de alguien debes mantener los ojos abiertos y concentrarte en ese objetivo. —Indicó Jaymie. Anne abrió los ojos comprendiendo y se disculpó:

—Lo siento, Jaymie. Probaré otra vez —dijo. Respiró hondo, se concentró y consiguió adentrarse en la mente de Jaymie.

La mente de Jaymie era sorprendente. Al estar sin barreras Anne podía ver todo lo que había vivido Jaymie, pero su conciencia le recomendó que se centrara solo en lo referente a ella y Anne le hizo caso. Se adentró en la mente de Jaymie buscando todo lo que tuviera que ver con ella y lo vio todo. Los primeros recuerdos se remontaban a hace diez años, cuando Anne tenía siete años y conoció a Jaymie por primera vez. Se veía a los padres de Anne junto con una niña de rizos anaranjados y adorables ojos verdes, que Anne instantáneamente reconoció. Era ella de pequeña. Pero eso no era lo que buscaba.

Siguió buscando y pudo ver su crecimiento, las noches contando las historias. Su rostro cuando le reveló a Jaymie la primera muerte y entonces vio la habitación de Jaymie. Jaymie iba a acostarse, era la noche anterior a la muerte de los padres de Anne. Por unos instantes la mente de Jaymie se cerró pero Anne lo atribuyó a que Jaymie acababa de dormirse justo en ese momento.
Justo en el instante en el que Anne iba a abandonar ese momento, para acercarse al encuentro de hoy, los recuerdos cambiaron y otras imágenes se relevaron.


Anne y sus padres se encontraban de noche, en la calle. Estaba muy oscuro y entonces dos personas prácticamente aparecieron de la nada. Se trataba de dos jóvenes, un chico y una chica. Ella tenía el pelo largo y ondulado castaño y los ojos marrones, aunque tremendamente claros. Él tenía el pelo negro azabache, largo hasta la nuca liso con la raya al lado y unos ojos azules cristalinos. Era guapo, asustaba, pero era guapo. Lo malo no era la aparición de esas personas, era lo que eran realmente, a través de la mente de Jaymie Anne pudo verlo. Eran vampiros.

Luego todo paso de un modo muy rápido, era como una pesadilla aunque parecía muy real. El vampiro miró fijamente a la madre de Anne quien no tardó mucho en dar unos pasos hacia él, cautivada y en unos segundos el la agarraba y la mordía. El padre de Anne retrocedió, asustado, pero la vampiresa apareció por detrás y no tardó mucho en inmovilizarlo y morderlo. La joven Anne se hallaba terriblemente asustada. Estaba temblando lo que le impedía echarse a correr, entonces el vampiro soltó el cuerpo de su madre y dio unos pasos hacia ella, alegre, parecía que le divertía el miedo de la chica. En cuanto estuvo lo suficiente cerca él clavó sus ojos en ella y ella también cayó en la trampa. El vampiro se acercó un poco más y la mordió.


Anne se alejó disparada de la mente de Jaymie, ¿acababa de ver su propia muerte? Pero ella estaba allí y viva. ¿Entonces que es lo que había visto?

—¡Bienvenida a mi infierno! —comentó Jaymie, sacándola de su meditación.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Anne.

—Una premonición, concretamente un sueño premonitorio. Llevo teniéndolos desde mí más tierna infancia —contestó Jaymie.

—¿Desde la infancia? ¿Entonces no es otro poder de los seyens? —Siguió preguntando, Anne.

—Sí y no. Es lo que los seyens llamamos habilidades propias. Se trata de poderes o dones exclusivos de algún seyen. Pueden aparecer luego de la transformación o ser innatos. —Contestó Jaymie.

Anne se quedó callada, apenas podía creerlo. Jaymie tenía premoniciones, eso significaba que veía el futuro y si Jaymie veía el futuro...

—No exactamente. Solo predigo lo malo, nunca lo bueno. Yo no sabía que te ibas a convertir en Seyen, ni que íbamos a ser amigas y tampoco sé si esto tiene solución. Y ahora ¿Podemos volver a lo importante? Si quieres salvar a la gente necesitas dominar tus poderes —dijo Jaymie, volviendo a interrumpir la mente de Anne.

—Supongo que no me vas a decir quienes eran los vampiros que mataron a mis padres —dijo Anne y Jaymie negó con la cabeza.

—Aún no estás preparada para saberlo y visto esto no sé si estarás preparada algún día. Pondré algunas barreras, para que no te despistes más. Pero vuelve a hacerlo y esta vez no te distraigas.

—De acuerdo, lo he entendido. No quieres hablar de eso. Seré buena y lo volveré a intentar —accedió Anne y se adentró, otra vez, en la mente de Jaymie. Gracias a las barreras Anne pudo alcanzar el recuerdo que le interesaba, su descontrol, lo vio y luego se concentró en hacerlo desaparecer y el recuerdo desapareció. Ahora venía lo más difícil.

Anne observó el recuerdo completo en busca de algo que le diera una pista sobre el mejor modo de cambiarlo y lo encontró: en el instante en que Jaymie le decía que iba a contestar a sus preguntas. Ahora solo faltaba unirlo con el momento en que Jaymie le había recomendado que se calmara y listo.
Anne ideó el plan, todo empezaba cuando ella pronunciaba irritada esta frase:

Jaymie tu...pero, ¿se puede saber que estás haciendo?, ¿no te das cuenta de que cualquiera podría verte y de lo que pasaría si eso ocurre? Si te descubren...Y otra cosa, ¿se puede saber a que juegas? Hace nada te ibas a ir para no volver hasta dentro de cincuenta o más años cuando ya nadie te reconociera. ¿Y ahora que?, ¿volviste?, ¿nunca te fuiste? ¿A que vino esta farsa si fue así?

Luego las palabras de Jaymie:

Anne tranquilízate esto no te conviene.

Y a partir de allí venía el cambio.

—¿Que me tranquilice? Pero tú...Yo...Esta bien pero, ¿me contestarás? —dijo la Anne de la visión ideada

Pues claro que sí. Contestare lo mejor que pueda a esas preguntas que se han alojado en tu cabeza. Aunque seamos amigas hay secretos que no puedo revelar. —dijo Jaymie y luego la historia seguía su curso y Jaymie le iba contando como funcionaban los poderes y las características de los monstruos.


Una vez ideada la ilusión Anne intentó unirlo con lo anterior, para reemplazar lo perdido. Al principio le salió mal pero al segundo intento lo consiguió y salió de la mente de Jaymie satisfecha.

—Muy bien Anne. —la felicitó Jaymie. Anne simplemente le dirigió una sonrisa de agradecimiento, poco después Jaymie, advirtiendo que era un poco tarde, dijo:

—Ahora vuelve a casa, descansa si lo necesitas. Esta noche va a ser muy importante para ti. Mañana seguiremos entrenando los poderes mentales, un poco cada día, hasta que lo manejes bien. Y yo pueda irme sin temer que a cada instante que pase tú estés en mayor peligro. 

—¿Entonces, no te vas a quedar? —Preguntó Anne.

—Únicamente el tiempo suficiente para que estés lista para tu misión, Anne. Realmente no puedo quedarme, lo de los años no era un farol. Yo solo volví porque te transformarte y necesitabas ayuda pero cuando sepas todo lo necesario me iré —explicó Jaymie.

—De acuerdo —aceptó Anne.

—Me voy a casa, entonces —añadió poco después.

—Hasta luego Anne —dijo Jaymie.

—Hasta luego, Jaymie — se despidió Anne y se fue. Jaymie observó a su joven discípula irse, mientras el sol amenazaba con ponerse. Era increíble lo tanto que había cambiado la suerte. Hace diez años ella se encontraba en Stern frustrada por su intento de suicidio, que su instinto de supervivencia había vuelto a impedir. Y ahora era una persona más alegre, viva y además tenía una amiga y discípula, la adorable Anne.

Sí, está ciudad es mágica” pensó ella.


Mientras tanto Anne se fue a su casa. Cenó algo rápido y en vista que aún no había anochecido, decidió hacerle caso a Jaymie y descansar antes de salir de noche. Se acostó en la cama y programó mentalmente el tiempo que quería dormir. Dos horas. Esperaba conseguirlo porque no quería perderse su primera noche como Seyen.

Tal y como lo había previsto se despertó dos horas después. Ya era de noche pero aun así se sentía muy espabilada. No encendió la luz pues veía muy bien a pesar de la oscuridad, miró el reloj y comprobó que habían pasado exactamente dos horas desde que se acostó. Tal como ella lo había decidido. Le sorprendía la exactitud del tiempo pasado durmiendo ¿Es que acaso ahora era capaz de controlar sus horas de sueño?

¿Tenía que ver eso con los seyens? Bueno, ya se lo preguntaría a Jaymie.

Se levantó, afortunadamente se había acostado ya vestida por lo que se ahorraba el tener que hacerlo de nuevo. Buscó el cajón en donde había guardado las armas y lo abrió.

Observó por un instante su espada y su escudo, mientras lo cogía. Parecía mentira que después de llevar seguramente muchos años pudriéndose en el escaparate de aquella tienda estas armas estuvieran tan nuevas.

Buscó una cinta o algo que atarse a la cintura para guardar las armas. No estaba segura de si las iba a usar enseguida y en el caso de que no las necesitara quería tener las manos vacías. Por fin la encontró, una cinta verde como su vestido, por lo que pasará desapercibida fácilmente. La cogió y se la ató por la cintura y guardó su espada en el hueco entre la cinta y el vestido. En cuanto al escudo, lo colgó de la cinta y la pasó por la espalda por lo que el escudo quedó en la espalda, mientras la cinta se extendía un poco por delante, atravesando el pecho en diagonal y se anudaba en la cintura por un lado. Parecía de un bolso de colgar.

Una vez estuvo preparada Anne salió y voló explorando un rato hasta que vio unas manchas rojas en el suelo. Era... ¿Sangre? Se acercó un poco, sí lo era. Anne se posó y fue siguiendo el rastro. Era posible que hubiera llegado tarde, pero aun así quería matar al monstruo que seguramente había herido al humano. O lo había matado ya.

Según se acercaba pudo notar una energía, completamente distinta a la suya, sus sentidos la pusieron sobre alerta, estaba acercándose a un “enemigo”.

Entonces algo le ordenó pararse, no era solo que ella se estaba acercando a un enemigo, también él se estaba acercando a ella. La había localizado.

Anne se concentró en su energía y exploró. No sabía si se le iba a dar bien, pero le daría una clave sobre a qué se iba a enfrentar. Pudo percibir un fuego que se agitaba constantemente de la ira. Se acercaba rápido, pero no corría a dos patas sino a cuatro. Y entonces lo identificó: el fuego, la ira, las patas, la rapidez, se trataba de un animal, concretamente, un licántropo e iba a por ella.

Todo su cuerpo se tensó respondiendo a la lucha. Anne supo enseguida lo que tenía que hacer, sacó la espada y el escudo y se preparó para la batalla.

Aun así el licántropo la sorprendió y apenas pudo retroceder y defenderse con el escudo cuando el lobo grande se lanzó sobre ella.

Al chocar contra el escudo sin hacerle ningún rasguño el lobo se enfureció y se lanzó hacia Anne, aterrizando justo enfrente de ella alzando la pata delantera.

Esta vez no le dio tiempo a sacar el escudo, él fue más rápido. Su garra le arañó la cara, provocándole unos cortes en el lado izquierdo que no tardaron mucho en sangrar.

Fue entonces en ese momento en el que Anne advirtió una cosa. Aunque el monstruo era un animal su mente era humana y Anne podía adentrarse en ella con facilidad y así ver sus planes y predecir los golpes.

El licántropo bajó la pata un instante pero luego quiso volver a alzarla para repetir la hazaña, pero Anne lo vio en su mente antes y giró la espada hacia esa pata y le dio con fuerza. Aunque no la suficiente para cortársela.

Mientras Anne notaba que las heridas de la cara se le curaban a una velocidad sorprendente, el lobo aulló de dolor. La sangre que se derramaba de la herida era más oscura de lo normal. El licántropo posó la pata con dificultad. A observarla, Anne se dio cuenta de que el corte era bastante profundo. No le extrañaba que hubiera aullado así.

Entonces él levantó la otra pata pero, otra vez, Anne lo vio en su mente y se protegió con el escudo.

El licántropo la miraba fijamente. Parecía más furioso que antes, sus ataques aumentaron de intensidad y de rapidez y para colmo no todos eran planeados, por lo que Anne solo pudo evitar con asombrosa rapidez a los ataques que veía en su mente. Los que no eran pensados la pillaban por sorpresa. Los primeros ataques que acertaron hicieron que ella se quejara. Eran más fuertes y provocaban cortes más profundos, pero a medida que se sucedieron los aciertos ella se fue acostumbrando al dolor y pudo centrarse en sus movimientos.

Cansada de la batalla y su curso Anne decidió atacar, no podía esperar a que el licántropo se cansara. Quería matarlo tan pronto como pudiera

Haciendo un esfuerzo consiguió retirar su espada en medio de la batalla y alzarla para atacar con ella al licántropo.

El golpe asestado hirió al licántropo en la zarpa que había levantado este, para atacarla otra vez, lo que hizo que el licántropo se tambaleara mientras posaba o más bien intentaba posar las dos patas en el suelo sin lastimarse. Pues se notaba que las patas de delanteras estaban heridas y le dolían.

Con las patas delanteras doloridas el lobo ya no tenía fuerzas para seguir atacando a Anne. Pues aunque consiguiera erguirse sobre sus patas traseras el dolor de las delanteras le impedía seguir atacando. Y para lanzarse sobre ella el animal necesitaba disponer de las cuatro patas.

Anne respiró hondo y, aprovechando ese momento de flaqueza, se acercó al lobo. Alzó la espada con la vista puesta en la cabeza del licántropo y se la cortó.

Poco después de eso el lobo pareció cambiar de forma. Se hizo cada vez más pequeño y su largo pelaje fue desapareciendo, a la vez que era remplazado por piel humana, hasta que lo que había tendido en el suelo no era ya un lobo, sino un muchacho joven y muerto.

Anne le miró, en su cuerpo apenas había vestigios de la naturaleza lobuna, únicamente una cicatriz en forma de mordedura en el brazo.

En cambio sí que se conservaban las heridas de la batalla anterior. En sus brazos Anne pudo ver, cerca de las muñecas, las marcas dejadas por su espada y por las que aún salía sangre. Pero ya no era sangre oscura, sino que parecía tan clara como la sangre humana. Más bien lo era.


Anne observó el cuerpo un rato más y al final decidió alejarse del lugar. No quería estar presente cuando otros licántropos fueran a recoger a su compañero muerto. Por alguna razón ella estaba segura de que no iban a dejarlo allí a la vista de cualquiera y de lo que esa persona podría averiguar.

1 comentario:

  1. Hola Paula ,te he nominado en mi blog http://laultimavidente.blogspot.mx/2013/03/hola-lectores-disculpen-mi-el-capitulo.html

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