miércoles, 13 de febrero de 2013

Seyens: Stern| Capitulo 3 (Última edición: 19 del 07 del 2019)


Víctor:

3

En los alrededores de una de las más ricas viviendas de la ciudad, un joven alto cabalgaba sobre un hermoso caballo gris oscuro. Se trataba de un chico esbelto, de cortos y lisos cabellos negros, cuyo flequillo le tapaba enteramente un ojo y parte del otro. Sus ojos también eran negros, aunque si uno se fijaba bien, podía entrever algo de luz en ellos. Su nombre, Víctor.

La zona en donde trotaba estaba rodeada de una valla, para no permitir que el animal huyese. Apoyado en ella, se hallaba un chico de muy corta melena rubia peinada cuidadosamente hacia atrás y ojos verdes. Parecía vestido para ir a una celebración, con un traje blanco de pantalón, chaqueta y camisa, todo ello muy elegante y refinado, aunque algo llamativo.

Estaba leyendo el periódico, consultando las noticias más importantes del día. Especialmente aquella que había sido colocada en primera plana. Un asesinato. Desde hace unos días las misteriosas muertes habían surgido, también, en las zonas más favorecidas de Stern. Estas afectaban tanto a personas de buena posición, como simples comerciantes. Y aquello era un hecho muy preocupante.

Sin embargo esta noticia era distinta, las personas muertas hasta ahora habían sido desangradas, mientras que esta no. Había muerto de forma diferente. Y lo más importante había mucha sangre en el lugar, cuando en los casos anteriores quedaba muy poca sangre, por decir nada en la víctima. Los investigadores, incluso, se preguntaban que hacían con la sangre. En cambio aquí...

Se detuvo, algo horrorizado, quizás esto interesase a Víctor. Pues, desde que las muertes habían comenzado, éste parecía poseer un muy fuerte interés por las noticias que las concernieran. Por ello le hizo señas para que se acercase con el caballo y le preguntó.

—¿Víctor, has visto esto?

—¿Qué ocurre? ¿Alguna noticia interesante? —Se interesó Víctor, enseguida. Lo cierto es que hoy no había visto el periódico. Se había acostumbrado tanto a las mismas noticias que aunque su criada se lo trajo, como todos los días desde el comienzo de las muertes, no le había dedicado ninguna atención.

—Una chica ha sido encontrada muerta, ayer —informó el otro chico y le tendió el periódico.

—¿Otra más? —preguntó Víctor, con desgana. A pesar de su reciente interés en ellas, estás ya no le sorprendían. De hecho, comenzaba a estar harto y le gustaría que remataran. Pero no podía hacer nada.

—Pero no del mismo modo que las anteriores. —le aclaró el rubio. Víctor se extrañó, ¿qué significaba eso de que no del mismo modo? Acaso los vampiros habían… Sin pensarlo, cogió el periódico y lo leyó.

Lady Isabelle ha sido encontrada muerta en la calle de la ópera, cuando iba a asistir a una función para que ella y su marido celebraran su aniversario de boda. Su cuerpo mostraba las señales de una violenta tortura, razón por la cual no se han publicado las imágenes del siniestro, que se encuentran en los archivos de la policía...

Víctor detuvo su lectura enseguida y devolvió el periódico a su amigo antes de causar un destrozo. Lo que faltaba, demonios. Realmente los odiaba. Procurando aparentar calma, miró su reloj y dijo:

—La cena empezará muy pronto, pero Dave, ¿vas a acudir así? —Bajó del caballo y comenzó a guiarlo hacia la cuadra, seguido por Dave, que así se llamaba el joven rubio. Este se encogió de hombros y preguntó.

—¿Por qué no?

—Por nada. —le contestó Víctor. — Es solo que llamas un poco la atención.

—¡Tampoco creo que sea para tanto! —Exclamó Dave. Llegaron a la cuadra y Víctor se guardó sus comentarios sobre lo llamativo que resultaba ese traje blanco en la noche oscura que les esperaba. Poco después dejó su caballo allí y se encaminaron a su casa.

—Supongo que me tendré que ir —intuyó Dave, en cuanto llegaron a la puerta.

—¡Pues claro, no te irás a quedar aquí! ¿No?— Bromeó Víctor. A veces Dave resultaba un poco pesado, aunque le caía bien.

—¡Vale, ya me voy! —dijo Dave y se fue. Víctor miró el horizonte, el sol ya se estaba acostando. Sería mejor que se preparara si no quería llegar tarde al evento.


Entró en su casa, una mansión bastante grande aunque no ostentosa. A su padre no le gustaban las cosas llamativas. Decía que lo importante no era el exterior, sino el interior. Y en eso tenía razón, la casa era cómoda y espaciosa y era suficiente. No necesitaba otras funciones y menos servir de adorno. Suspiró con tristeza, realmente no deseaba pensar en su padre ahora, pero lo echaba de menos. Bastaba con echar un vistazo a la casa para ver que llevaba su esencia.

Con cierta prisa cruzó el pasillo principal y subió las escaleras para dirigirse a su dormitorio y prepararse para la cena que organizaba Simeón, uno de sus mejores amigos. Y a la cual, obviamente, estaba invitado.

No le llevó mucho tiempo arreglarse y ponerse el traje adecuado. Se peinó y, ya listo, bajó las escaleras encontrándose con la criada de la casa, Mary, quién le anunció que abajo ya le esperaba un carruaje. Asintió y salió de la casa. El cochero arrancó en cuanto él entró y se acomodó, llevándole al lugar de la cena, un restaurante muy conocido y prestigioso. Víctor observó el paisaje impaciente, la verdad es que estaba algo intrigado por el motivo de la celebración. Aunque ya sospechaba algo, Simeón y esa chica… Estaban predestinados para toda la vida.

El carruaje frenó ante el recinto interrumpiendo sus cavilaciones y Víctor bajó. Este era grande y estaba ya decorado para la ocasión. Algunas personas ya estaban dentro acomodadas y tomando algo, mientras que otras se hallaban fuera y solo entrarían a la hora acordada.

Entre ellas se encontraba una chica de pelo largo y ondulado castaño y rostro en forma de corazón, adornado por unos preciosos ojos verdes esmeralda. Se trataba de Layla, una joven con la que había empezado a salir hace unos meses. Se llevaban muy bien y ella quería a toda costa casarse con él, pero sus padres no se lo permitían. De hecho ni siquiera le permitían salir oficialmente, solo organizarse para coincidir en todos los eventos a los que acudían. En cuanto ella lo vio, le dirigió una sonrisa radiante y se arrojó a sus brazos.

—Víctor, ¡me alegro tanto de que estés aquí! —Exclamó

—Yo también me alegro de verte Layla —contestó él. La cogió de la mano y entraron en el restaurante.

Dentro, además de ellos, se encontraban muchos conocidos o amigos de Simeón y de sus padres. Que se hallaban en la misma mesa que el organizador, un joven de cabello corto y liso rubio oscuro, con un flequillo ladeado hacia la derecha y corte irregular; y ojos de un azul bastante intenso. Y Dianne, la elegida de su corazón, una mujer joven de pelo rizo rojizo y ojos castaños.

Víctor y Layla se sentaron en una mesa en una esquina, mientras los camareros les servían la comida y enseguida se entabló una conversación entre ellos.

—¿Qué tal en el laboratorio? —le preguntó, Layla. Víctor era químico y trabajaba en uno de lo mejores laboratorios de Stern. Le gustaba, aunque nunca se jactaba de ello. Sabía que con sus estudios podría haber llegado más lejos que eso, más nunca quiso. Estaba bien así.

—Bastante bien —contestó Víctor, simplemente.

—¿Algún descubrimiento? —se interesó ella.

—Ninguno que valga la pena... ¿Y tú qué? ¿Te has reconciliado ya con tus padres? —le preguntó él a ella. Era lo que más le interesaba, saber si sus padres aceptarían de una vez su relación.

—Estoy en ello. Es que… Les cuesta aceptar que yo no quiera casarme con ese chico. —explicó Layla.

Siguieron hablando de cosas cada vez más triviales mientras daban buena cuenta de la comida, se lo pasaban bien aunque solo fuera hablando. Por eso habían decidido estar juntos.


Mientras, y a pesar de que era su momento, Simeón no se sentía tan alegre como debería. Sabía que no llegaría, ya se lo dijo en su carta, pero había esperado que en algún momento le diera una sorpresa. Ahora sabía que esa esperanza había sido en vano. Lo vería, sí, pero no hoy. En fin, era de esperar. Su hermano tenía una vida en Berlín y él ya era bastante mayorcito como para necesitarlo. Era solo que le hubiera gustado que asistiera a aquel evento tan importante para él.

Cuando todo el mundo pareció acabar de comer, alejó esos pensamientos de su cabeza y golpeó suavemente la copa con su cuchara para frenar las diversas charlas y reclamar la atención de los invitados. El tintineo tuvo el efecto deseado y todos se callaron mientras él se levantaba y comenzaba a hablar.

—Buenas noches. Seguramente os preguntaréis por qué os he reunido aquí. Lo he hecho porque hace tres años, en esta misma fecha, conocí a una mujer maravillosa. Alguien que me convenció de que no importa cuantas desgracias y castigos que te dé la vida. Siempre habrá algo que te aportará la felicidad suficiente para compensarlo. Para mí ese algo fue ella, alguien que me dio apoyo, cariño, ayuda, cuando la necesitaba, pero sobre todo —Sonrió cariñosamente a su novia, quién se estaba avergonzando por momentos. —Amor. El suficiente para recuperar la esperanza de un futuro feliz para mí. Un futuro feliz a su lado. Y es por eso que hoy anuncio, en este día tan memorable. Que, yo, Simeón Leinnister, he decidido comprometerme con esta hermosa mujer. Dianne Kruger.

E instantáneamente instó a la joven a levantarse, mientras alrededor la gente comenzaba un aplauso que no parecía tener fin. Únicamente se detuvo cuando los progenitores de ambos les dieron su bendición, para luego reanudarse. Hasta que finalmente ellos se volvieron a sentar y poco a poco la sala volvió a la tranquilidad.

—Has estado perfecto ahí arriba. No sabes lo feliz que me hizo que dijeras esas cosas de mí. Aunque creo que exageraste un poco —le confesó su novia, en un susurro.

—Pues yo no lo creo, no sabes valorarte adecuadamente. Gracias. —Simeón le dirigió un beso a la mejilla y luego volvió a observar a los invitados algo desilusionado. “Ojalá mi hermano estuviera aquí para verme.” Pensó. Se percató de que Víctor le miraba y le dirigió una sonrisa.

Víctor apartó la mirada de su amigo tras corresponderle la sonrisa forzada. Ese comentario… No era lógico en él. Era como si lo hubiera pensado. ¿Pero desde cuando él oía lo que pensaban otros? Era algo absurdo. Varias voces se unieron al problema, algunas de ellas sobrepuestas. Lo cual no le extrañó, ya que estaban en una celebración, y era muy raro que la gente no hablara en esas ocasiones. Pero pronto se dio cuenta de que lo que oía no tenía nada que ver con lo que la gente estaba diciendo, sino que era algo parecido a reflexiones en voz alta. No, más bien parecían pensamientos. Los pensamientos de los asistentes al evento…

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